Han pasado casi tres meses y todavía me vienen recuerdos, mejores, peores, alegres, tristes... en fin, recuerdos de lo que pudo haber sido y no fue, de lo que algunos se encargaron en destruir, en convertir un proyecto en una apocalipsis deportiva sin parangón y en maltratar a personas de la manera más ruín y despreciable que se pueda uno imaginar. Me han seguido en la huía del caos, Amaiur, Txedu y Reynaldo; ¡qué curioso!, los dos últimos llegaron conmigo a Tudela para mejorar lo que había, para dejar muestra de su calidad humana y deportiva, de dar absolutamente todo a cambio de casi nada, y llegan las fuerzas vivas del club y los dilapidan sin ningún tipo de miramiento, inventándose hechos que jamás han ocurrido. ¿Por qué la mentira se ha adueñado del Sanchicorrota, por qué se empeñan en no admitir la verdad, por qué han sido los paganos aquellos que más han dado al club y a Tudela en estos años? Desgraciadamente, Don Dinero ha sido causante de muchos problemas en Tudela. Un reparto desigual entre los jugadores, agravios comparativos entre la mayoría de ellos y, como no, un trato vejatorio por parte del actual entrenador, ha llevado al equipo al caos.
Pero a pesar de todo, el equipo sigue, ¡qué remedio!, salvando la temporada de la mejor manera posible, echando el resto sin tener en cuenta los despropósitos de los gestores, de esa incultura deportiva que tienen que creen que con dinero todo se arregla... ¡qué equivocados están! Pero de todos es sabido que donde manda patrón no manda marinero y si no fuera por ese dinero, estoy convencido que el éxodo hubiera sido mayor. Respeto absoluto a las decisiones personales de los jugadores, pero creo que no han sido solidarios ni tan siquiera con sus propios pensamientos. Es difícil la solidaridad cuando a uno le pueden tocar el bolsillo, cuando uno depende, en gran manera, de esos euros que le llegan a fin de mes, pero hay que tener dignidad y rebelarse contra las dictaduras, denunciar los malos tratos, levantar la voz ante los atropellos, pero ya veo que sólo unos pocos hemos sido capaces de irnos con la cabeza bien alta y demostrando que Tudela no es el ombligo del mundo deportivo. Mal futuro les espera si siguen en esa línea; pueden convertirse en un azucarillo que se disuelve en ese ácido sulfúrico que destilan algunos a modo de amenazas, insultos y atropellos.
A pesar de todo, echo en falta lo que con mis manos construí, lo que dí a Tudela, los éxitos, los amigos (quedan algunos), los jugadores, mi dedicación, mis nervios antes de los partidos y ese debú agridulce en Primera División que empezaó a cavar mi tumba. Soy fuerte, he sabido salir de situaciones más complicadas que esa. Ahora disfruto de un grupo de personas que han sabido acogerme con los brazos abiertos y que me respetan, incluso diría, que demasiado. No tengo nada que demostrar, pero algún día nos cruzaremos en el camino y, sin rencor, por lo menos por mi parte, dejaremos las cosas claras, en su sitio.
Mis recuerdos siguen ahí, son parte de mi vida; lo bueno no se olvida, pero lo malo, las malas formas, las agresiones verbales, tampoco. Dicen que hay que saber perdonar y yo todavía no sé si soy capaz.