
Hondarribia o el placer de los sentidos
Hondarribia (Ondar=arena e Ibia=vado, vado de arena), situada a la orilla del mar Cantábrico, reluciente y poderosa fortaleza antaño que recibe las aguas de la bahía de Txingudi, al abrigo del monte Jaizkibel. La que siempre será muy noble, muy leal, muy valerosa y muy siempre fiel es la última población antes de atravesar la muga de Francia. Inigualable, cristalina, agradable, tranquila... en definitiva, una de las joyas que todavía podemos admirar en el litoral guipuzcoano, dividida en dos barrios que animan a sus visitantes a volver cuantas veces sea preciso.Ciudad de arrantzales (pescadores), de intrépidos marineros que se jugaban la vida en la pesca de la ballena allá en siglos pasados y que fueron dando a la ciudad esos matices tan profundos y verdaderos que tienen los hombres de la mar y que hoy en día siguen estando en sus calles de la Marina, en su puerto, en su Paseo de Butrón, en su espigón que se adentra en la bahía de Txingudi hasta casi juntarse con la playa de Ondarraitz (Hendaya).
Hondarribia (Ondar=arena e Ibia=vado, vado de arena), situada a la orilla del mar Cantábrico, reluciente y poderosa fortaleza antaño que recibe las aguas de la bahía de Txingudi, al abrigo del monte Jaizkibel. La que siempre será muy noble, muy leal, muy valerosa y muy siempre fiel es la última población antes de atravesar la muga de Francia. Inigualable, cristalina, agradable, tranquila... en definitiva, una de las joyas que todavía podemos admirar en el litoral guipuzcoano, dividida en dos barrios que animan a sus visitantes a volver cuantas veces sea preciso.Ciudad de arrantzales (pescadores), de intrépidos marineros que se jugaban la vida en la pesca de la ballena allá en siglos pasados y que fueron dando a la ciudad esos matices tan profundos y verdaderos que tienen los hombres de la mar y que hoy en día siguen estando en sus calles de la Marina, en su puerto, en su Paseo de Butrón, en su espigón que se adentra en la bahía de Txingudi hasta casi juntarse con la playa de Ondarraitz (Hendaya).
Podríamos decir que Hondarribia son dos ciudades en una, dos barrios maravillosos que se diferencian en todo. La Marina, cerca de la mar, oliendo a yodo, a pescado... y el pueblo, en lo más alto, donde la imponente mirada de la Iglesia de Santa María cuida de de todo el pueblo rodeada de murallas que impidieron numerosas invasiones en antaño. El pueblo es todo un conjunto arquitectónico sin igual, remodelado con mucho cariño y pasión, tanto que en la actualidad es un placer inmenso recorrer sus estrechas calles y ver esas casas rehabilitadas con enorme exquisitez. Este alarde estructural desemboca en el barrio de la Marina, el “getto” de los pescadores, el que se abre al infinito Cantábrico hasta la punta más alejada de la jurisdicción hondarribitarra, el Cabo de Higuer, comienzo del monte Jaizkibel. Aunque sin dejar atrás a la ermita de la Vírgen de Guadalupe, la querida “Ama Guadalupekoa”, venerada y amada, a mitad de camino del alto de Jaizkibel, santuario de peregrinación durante las fiestas patronales e incluso durante todo el año.Sin olvidarnos de la pasión ciudadana, la actividad deportiva por excelencia de la ciudad, las traineras, depordonde los pueblos y ciudades de la costa de Euskadi celebran semanalmente durante el verano, así como un equipo de balonmano y fútbol en categoría nacional.Bella perla marinera, donde las horas caminan con lentitud, acariciadas por la brisa del mar, donde el susurro de las olas ofrece una terapia saludable y brinda la posibilidad de hallar aquella paz que tanto hace falta en nuestros días.