viernes, 5 de septiembre de 2008

Compañera del alma...

Te vas, o quizá ya te has ido cuando escribo estas líneas. Has sido mi compañera fiel, la que me acompañabas en mis largas horas de soledad, la que me cuidaba por la noches al pie de mi cama. Compañera del alma te vas llena de cariño, no habrá nunca nadie que te reemplace, estarás siempre en mi corazón, siempre. Te vas con mis seres queridos, al limbo de los excelentes animales y, ojalá, también desde allí, sepas cuidarnos a Amaiur y a mi. No quiero despedirme de tí sin pedirte perdón por las "perrerías" que a veces hacías y yo te recriminaba, pero sé, de verdad, que no lo hacías a posta. Tu enfermedad te ha dado un mal final, pero ahora descansarás y serás la reina, la princesa que todos hemos conocido. Ya no le ladrarás a "Dile", ni gruñirás cuando alguien llame a la puerta, ahora habrás llamado ya a la puerta del cielo y te la abrirán de par en par para que sigas repartiendo todo el amor que nos has dado, ¡qué suerte tendrán los que lo reciban! He estado contigo hasta el final, e incluso he creído que me decías algo en tus últimos momentos. Tus ojos de muerte se quedan grabados para siempre en los míos. Adiós, corazón, "Del Tuyo", "Bi", "De los Coches", te echaré mucho de menos, no sabes cuánto, nadie sabe lo que has supuesto en mi vida, sólo tú y yo. Te quiero.

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañera del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento.
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañera del alma, compañera.